lunes, 1 de febrero de 2010

A la muerte de Salinger: glosolalia y escapismo en Pitufolandia

Nunca me gustó El guardián entre el centeno, o al menos no desde el momento en que empecé a leerla, demasiado tarde quizá, ya con un pie fuera de la adolescencia. Este mal, considerado por Chesterton como la peor y menos conocida de las enfermedades, la adolescencia, parece extenderse en nosotros, cuan metástasis odiosa, hasta límites insospechados. Jóvenes, adultos, maduros y ancianos disfrutamos en distinta medida, casi siempre en función de nuestra disponibilidad financiera, de los caprichos e incongruencias del pensar adolescente, caracterizado fundamentalmente por una entusiasta reincidencia en el error, algo así como una pesadilla baconiana. Con eso el capitalismo consigue diluir la capacidad de aprendizaje y nos deja a merced de los designios de las modas, las cuales son, como bien notó Veblen, sin afectación alguna, esencialmente feistas, y si no ved vuestro peinado en una foto de hace veinte años.

Salinger, creo recordar, retrataba a un adolescente en crudo, amasijo de carne de pensamiento inoperante, enturbiado al menos, y lo utilizaba como arma arrojadiza contra el orden social, que es, todos lo sabemos, sucio e innoble. Luego, la novela se me hizo un coñazo, algo que me era del todo ajeno porque, como después haría con su vida el propio Salinger, cargaba las tintas sobre esa dicotomía cansina del outsider contra el mundo, en la que generalmente el mundo queda eclipsado por el desmesurado ego del héroe. Rodion Románovich Raskólnikov, bien de ego, bien de adolescente, está en cambio completamente subyugado por su mundo, que le atrae como un imán, le transforma mucho más de lo que él puede lograr desde sí, a pesar de su rechazo obstinado hacia casi todo. Raskólnikov será un adulto consecuente con las fuerzas que moverán su vida. A buen seguro que, pese a su condición de héroe romántico, no optará por vivir en una cabaña en el monte (es este un síntoma que define bien la mórbida esencia de nuestra sociedad contemporánea: la retirada es un mérito). Pero Raskólnikov tampoco perderá el don del rechazo, que es lo que permite a la individualidad subsistir en la sociedad de masas. Al final el hombre tiene que ser ciceroniano o no ser.

En fin. Salinger padecía, cuentan, alguna forma de glosolalia, esa enfermedad que hacía tan gracioso a Chiquito de la Calzada y tan temible a la niña de El exorcista. Según tengo entendido, durante un descanso que se tomó a mitad de la compleja elaboración del guión de Avatar, descanso que aprovechó para ver Gorilas en la niebla con su equipo, James Cameron entró en un estado de trance en el curso del cuál pronunció una treintena de palabras en un idioma desconocido. Estaba sentado en la sala de proyecciones de su mansión, con un buen cubo de palomitas calientes entre las piernas, cuando empezó a convulsionarse y una espuma azul brotó de sus ojos. Su asistente recogió de inmediato, sorbiéndola con una pajita, la espuma derramada sobre las mejillas de Cameron para depositarla a continuación en un vaso de papel de Coca-cola. Mientras, las palabras del extático director y productor eran registradas por un magnetófono de los años cincuenta que le había regalado Linda Hamilton y que él mismo ponía siempre en funcionamiento durante los visionados con su equipo para asegurarse de que nadie cuchicheaba durante la proyección, hecho que constituía motivo de despido. La bobina que se grabó aquella tarde fue mostrada, sucesivamente y a lo largo del tiempo que duró la recuperación de Cameron en un campamento de verano para aficionados a Star Wars, al doctor Allan B. Despino, del Departamento de Parapsicología Aplicada a Animales de Seis Patas O Más de la Universidad de Santa Mónica, California; a la profesora Hellen Guazul, titular de la cátedra de Oraciones Subordinadas en Lengua Semínola en la Universidad de Ponte Vedra Beach, en el Condado de San Juan, Florida; a la honorable doctora Margarita Fuego Entrelaspiernas, profesora de la Universidad Autónoma de México invitada por el Departamento de Rituales de Cortejo Entre Espaldas Mojadas Cuando Van Todos A Oscuras Dentro De Los Camiones Que Cruzan La Frontera, del Centro Superior de Estudios Inhibidores del Conocimiento de L.A.; y al detective Zack M. Dick, graduado por la Escuela de Detectives de la nave 57 de los estudios de la Twentieth Century-Fox, quien cuenta entre sus clientes habituales a Tori Spelling, Emmanuel Lewis o la recientemente fallecida Zelda Rubinstein.

El día que Cameron salió del campamento, los cuatro especialistas citados se reunieron con él para darle a conocer sus conclusiones. Allan B. Despino expuso, sin grandilocuencia, que sí, que indudablemente la fauna de Pandora propendía a las seis extremidades, incluidos los antropoides. Cameron le dijo que no, que los pandoreños tenían que ser iguales que las personas, pero muy altas, muy delgadas y azules, pero que lo de los animales era una buena idea. Hellen Guazul, muy emocionada por estar en presencia del creador de Titanic, le comunicó con orgullo que habían logrado reconstruir la lengua de los pandoreños a partir de las treinta palabras de la grabación y que, para que no pareciera una lengua muerta al ponerla en boca de los personajes, habían desarrollado una serie de formas dialectales que… y aquí Cameron, con semblante serio, pero pacífico, y ademán majestuoso, aunque amable, interrumpió a la profesora Guazul para decirle que no, que los nativos no debían resultar complejos como lo es la civilización humana, sino que tenían que ser sencillos como un tarrito de confitura de fresa, pero azul y tener… y aquí se detuvo y quedó un poco extasiado y al rato dijo en voz baja, muy lentamente: “caballos de seis patas” y se quedó pasmado. Luego se dirigió de nuevo a la profesora Guazul, con naturalidad, y la felicitó. A continuación la doctora Margarita Fuego dijo algo, pero lo dijo en español y ninguno de los presentes entendía español, a excepción del detective Dick, quien de todas formas sólo acertó a traducir unos pocos términos: “hola”, “señor Cameron”, “placer”, “coger”, “madre” y alguna palabra más que sólo sirvió para generar más desconfianza hacia lo que decía la doctora Fuego. Despino dijo, mirando hacia otro lado, que tenía entendido que estaban usando a la doctora Fuego como cobaya para preparar un reality sobre hispanos que pueden conseguir la nacionalidad americana a cambio de sexo, chascarrillo que rieron todos menos Margarita Fuego, porque era sorda, y el propio Cameron, que dejó a los investigadores helados cuando, tras esperar pacientemente el fin del ataque de hilaridad, les recriminó que no estaba bien despreciar a la gente inferior, porque a veces podían ser superiores de alguna manera. “A ver, Despino, ¿puede usted asegurar que los latinos no han desarrollado órganos para conectarse entre ellos, algo así como entradas de USB? Piénselo: viajan hacinados y viven hacinados, incluso en su país, y se reproducen constantemente. Dios mío, Despino, ¡no es posible copular tanto! Tienen necesariamente que haber desarrollado algo nuevo, algo que, de alguna manera, y quiero que piense sobre ello, profesor Despino, algo que puede ser que haga que esta sudaca”, y a este punto señaló a la profesora Fuego, que acertó a leer en los labios de Cameron la palabra "sudaca" y se armó de orgullo y dignidad, hecho que el director percibió e hizo que su corazón se llenara de compasión, y continuó con ímpetu: “¡algo que puede ser que haga que esta sudaca sea un ser superior a nosotros!. Piénselo. Piénsenlo todos”. Y entonces él mismo pensó, pero no dijo nada, que si los mexicanos habían desarrollado conexiones USB y si era posible follar con mexicanas (esto estaba más que probado), pues entonces los pandoreños tenían que ser una combinación de todo eso. Pero en azul.

Ante la ansiedad de los especialistas, después de varios minutos de silencio, Cameron decidió poner fin a la reunión y les invitó a largarse prometiendo que permanecerían en contacto, cosa que no tenía pensado hacer. A Zack M. Dick, en cambio, le dijo que se quedase, pues aún tenían que hablar de su informe. Le invitó a tomar asiento, pues hasta ese momento todos habían estado de pie, y le interrogó con la mirada. Zack preguntó si podía fumar, a lo que Cameron sólo respondió con un gesto desagradable. En realidad Dick no fumaba, pero creía que era algo acorde con la profesión y sabía que nunca nadie le iba a decir que sí. Además le gustaba crear pequeñas discordias con sus clientes, le hacía sentir sucio y duro. Fingió, pues, el disgusto propio de un adicto contrariado y dio parte de sus averiguaciones en torno al caso de la grabación. Las páginas de su cuadernillo desmadejado iban y venían mientras daba rienda a la historia: siguiendo las pistas iniciales (la grabación sonora y la analítica de la espuma azul) Dick averiguó que los jóvenes son cada vez más propensos al escapismo psíquico. Cameron preguntó que a qué se refería. Dick lanzó sobre la mesa una bolsa pequeña con unas pastillas. Continuó: “Es química, señor Cameron. Crea una pátina sobre el cerebro que hace que todo sea una misma cosa y del todo indiferente, como si nada tuviera importancia”. “¿Cómo si no tuviéramos que preocuparnos por nada?”, interrumpió Cameron, muy interesado. “Exactamente. Es como si todo fuera perfecto entre todo el mundo, como… como si todo tuviera la sencillez de un tarrito de confitura de frambuesa, señor Cameron”, y al decir esto Zack M. Dick apuntó a Cameron simulando una pistola con su mano y chasqueó la boca al tiempo que guiñaba un ojo. La confluencia de signos dejó un tanto perplejo al director, hasta el punto de no darse cuenta de que el detective estaba aludiendo a la misma confitura de antes, aunque confundiendo el ingrediente principal, pues él prefería la frambuesa a la fresa, pero enseguida se recompuso y sopesó la importancia de lo que acababa de escuchar. Concibió en ese instante la estrategia idónea para volver a conquistar a su amado público, pero tampoco esta vez dijo nada. Mientras Dick salía en silencio del despacho, Cameron corría en su imaginación por los bosques de Endor, rodeado de Ewoks, y pensaba en el bien que le haría al mundo partiendo en dos a aquel detective con su espada láser.

La moraleja de esta historia, veraz como pocas, es que nunca se sabe por donde te van a caer, pero, por si acaso, conviene gritar todo lo alto posible por si cuela, que más vale quedar en ridículo que dejar de ganar una millonada. Shane Salerno es de los que lo saben bien: escuela americana. Hoy se podía leer en el diario principal del grupo Prisa la asombrosamente casual noticia de que ese tipo, guionista de profesión cuya obra más notable es Armaggedon, que no es poco, lleva cinco años preparando un biopic sobre el difunto Salinger. La filtración de este proyecto, secretísimo hasta la fecha, la llevó a cabo un blogger que se dedica a promulgar las comidillas de Hollywood. Y dónde si no en Hollywood se está gestando el nuevo y secretísimo proyecto de Cameron, en sus salas ya el año que viene, que, mira tú por donde, cuenta con un guión escrito por el susodicho Salerno. ¿Y qué significa todo esto? Qué sé yo. A mí me ha vencido otra vez la náusea.

martes, 26 de enero de 2010

100 millones de personas no pueden estar equivocadas, pero no por ser 100 millones dejan de ser subnormales

Ayer, lunes 25 de enero de 2010, día aciago, un pequeño grupo de amigos cedimos de forma vil y cobarde al empuje de la corriente de opinión dominante que venía tratando de convencernos, desde hacía ya muchos meses, de que no podíamos dejar de ir a ver ese pastiche infumable llamado Avatar.
No podemos negar que el susodicho filme nos ha perturbado de manera tal que parece llamado a convertirse en una perpetua fuente de inspiración. De ahí que, ni cortos ni perezosos, bien que seamos cortos y perezosos, hayamos decidido dar inicio a una cosa de estas llamadas blogs para intentar crear una corriente de opinión divergente. Lo hacemos con la intención de restablecer un poco el sentido común y poner las cosas en su sitio, pero sobre todo para compartir con aquellos que participen de nuestros sentimientos el inmundo aburrimiento que padecimos todos durante aquellas casi tres horas de topicazos e infantiladas.
¿Y quién soy yo para opinar así, despreciando la opinión de tan nutrido público y, veréis, la de los académicos de las distintas corporaciones de trabajadores del cine, que a buen seguro premiarán esta mongolada? Quién soy, decía: pues desde luego no soy uno de esos millones de subnormales que no han tenido la decencia de decirme que no fuera a ver la puta película. Pido sinceramente perdón por la virulencia verbal, pues incluso entiendo que se pueda llegar a disfrutar de la peli si es, por ejemplo, la séptima vez que vas al cine, o incluso si eres de los que consumen cine como quien se tira pedos. Pero no puedo evitar sentir un profundo rencor hacia todos aquellos que me dijeron que sí, que era mala, pero que valía la pena ir a ver el tema 3D, y que era creativa en términos visuales o, simplemente, que resultaba entretenida. Todos vosotros sois unos infames, habéis vulnerado el sentido común y me habéis despreciado de alguna manera, pues uno es como es y no se merece que le estafen diez eurazos y pico por pasar tres horas en la fiesta trance con la peor música de la historia (y perdón por aludir a la historia, que no entra en esto a pesar de todo). Sólo salvo a Parker y Stone, los pibes de South Park, que como tan demasiado a menudo les pasa como para pensar que no son tontos, pues han vuelto a dar en el clavo: Bailando con pitufos, llaman a su versión, que ni siquiera es tal, porque el guión de Avatar no tiene chicha ni para medio capítulo de una serie de dibujos.
Concluyo este primer artículo, que es sólo un punto de partida a partir del cuál intentaremos ir desentrañando los múltiples motivos por los cuales la película más taquillera del mundo mundial es una verdadera mierda.
Os quiero a todos.